Ana Samboal | 19 de febrero de 2018
En el sector, recuerdan la experiencia británica. El Gobierno permitió sacar sin límite la inversión en planes de pensiones y el capital se fue en bloque. ¿Es lo que puede ocurrir en España? Ahora, los ahorros depositados para la jubilación en fondos privados pueden rescatarse en tres supuestos: cuando se accede a la jubilación, en caso de paro de larga duración o de desahucio de la vivienda habitual. Pero el Gobierno ha iniciado la reforma de la normativa con el fin de que, a partir de 2025, los partícipes puedan recuperar el dinero que tenga una antigüedad de diez años en ese producto sin excusa alguna. La única “penalización” será la inevitable factura de Hacienda. ¿Nos hemos cargado con ello uno de los más sólidos instrumentos de previsión a largo plazo en un país como el nuestro, más proclive a consumir que a ahorrar?
Habrá que esperar a 2025 para observar la reacción de los inversores, aunque ya tenemos elementos para poder hacer una proyección de por dónde pueden ir sus decisiones. La coyuntura será uno de ellos. Si nos encontramos en una fase de crecimiento y empleo, lo más probable es que se sientan más inclinados a mantener el capital invertido. Si, por el contrario, estamos en la parte baja del ciclo, lo lógico es que lo rescaten con el fin de atender a necesidades más perentorias. La situación de la economía será, por tanto, muy importante, pero no tiene por qué resultar decisiva. Los partícipes mirarán también con lupa los resultados de la gestión de su fondo y ahí es donde las gestoras tendrán que hacer mucho más para merecer su confianza.
La Seguridad Social reduce su déficit . Una mejora que no debe frenar las reformas
La mayoría de los que deciden ahorrar mediante un plan de pensiones lo hacen por su gran atractivo fiscal. Es el único instrumento que permite reducir el rendimiento de las bases del trabajo en la declaración de la renta, el que con diferencia más resta a la hora de pagar cada ejercicio a la Agencia Tributaria. Pero, cuando elegimos la entidad o el plan, somos mucho menos exigentes. Hay 9.000 fondos de pensiones en el mercado y un estudio de Abante Asesores demuestra que, mientras los diez más populares acaparan el 70% del ahorro destinado a la jubilación, los diez más rentables solo captan el 4%. Nos dejamos llevar por el consejo del gestor de nuestra oficina de banca o por ofertas o regalos, en vez de mirar el rendimiento del producto que elegimos, su segundo gran atractivo tras el ahorro fiscal.
La rentabilidad media de los planes de pensiones en 2017 ha sido del 2’77%, según los últimos datos de INVERCO (Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva y Fondos de Pensiones). Sin embargo, la de los diez últimos años se reduce al 2’33 y en 26 años es solo del 4’67%. Rendimientos, excepto el del último ejercicio, muy inferiores al crecimiento de la inflación, lo que significa que en términos reales hemos perdido dinero, ha sido una inversión nefasta. Ese es, junto a la falta de liquidez, el gran talón de Aquiles de la mayoría de los fondos de pensiones. En algunos casos, el responsable es el propio cliente, que opta por productos demasiado conservadores con el fin de evitar que su dinero corra algún riesgo. La consecuencia es que pierde poder de compra en el futuro con su decisión. En otros casos, es la falta de pericia de los gestores.
Los sindicatos, lejos de aportar soluciones, cargan contra el cálculo de toda la vida laboral
El año pasado descendió el número de personas con dinero en fondos de pensiones. Se cerró con más 9.700.000 cuentas (en torno a ocho millones de individuos, según INVERCO), cuando en 2010 rozaban los once millones. ¿Qué ha pasado? Que en torno a medio millón atravesaban dificultades económicas y han decidido rescatar su plan. Otros tantos se han jubilado. Y no han entrado inversores suficientes en este tipo de productos para propiciar un crecimiento neto en el número de partícipes. No es que no haya ahorro suficiente en el sistema, puesto que la inversión en fondos de pensiones ha marcado el nivel más alto de su historia, lo que ocurre es que los dueños de ese ahorro han optado por otros productos, que serán menos atractivos fiscalmente, pero al menos arrojan ganancias.
Dados los problemas de sostenibilidad de la Seguridad Social, las pensiones públicas serán más bajas en el futuro. De hecho, el ritmo de crecimiento ha comenzado a desacelerar como consecuencia de la entrada en vigor de las dos últimas reformas. Por tanto, acierta el Gobierno a la hora de dotar de más liquidez a los fondos de pensiones con el fin de hacerlos más atractivos a los inversores más jóvenes, los que se verán más afectados. Ahora, es el turno de los gestores. Solo si ofrecen una alta rentabilidad a sus clientes optarán por quedarse en ellos. De lo contrario, buscarán otros productos con los que no pierdan dinero. Tienen ocho años por delante y el ciclo económico parece que va a soplar a su favor.
Decisiones como la subida del salario mínimo interprofesional o el fin del diésel han provocado un incremento de costes laborales, superior al 20%, que acaban pagando los más débiles.